El arte, la ciencia y los cacahuetes cósmicos. Un diálogo entre un científico y un artista. Otoño, 2003.

Entre un científico y un artista, ¿como es el diálogo sobre el acto de la creación? A nosotros, la pregunta nos interpela de una forma muy visceral: uno como artista y otro como científico, muchas veces nuestras indagaciones son las mismas y las respuestas, cada uno a través de su especialidad, por muy diferentes que puedan mostrarse en la superficie, complementarias. En el largo camino vital formado por la búsqueda, cada uno intenta enseñar su expresión de lo que entiende como real, lo que el otro no ha percibido, para formar la visión de la totalidad. Si apartamos el velo de la inmediatez, encontramos la búsqueda del conocimiento. Porqué la ciencia y el arte proceden de esta misma necesidad de una explicación sobre qué es el universo.
José Pintado Valverde: Durante la feria ARCO’03 en Madrid, salió en un periódico un artículo sobre el origen del universo y el establecimiento de la fecha precisa del big-bang. El artículo venía acompañado de fotos del universo. Algunas personas entraron en el stand en el que se exponía tu obra Cosmos VIII a preguntar si tenía algo que ver con ello. Esto es interesante desde el punto de vista que la sensibilidad del artista capta determinadas cosas, muchas veces de manera sincrónica a la científica, aunque de un modo distinto. Como podíamos explicar esta situación de que, al final, ciencia y arte se interesan por un mismo asunto, aparentemente ubicándose en polos opuestos?

Fernando Casás: Desde mi punto de vista de artista, creo que la ciencia trabaja con temas muy concretos, desarrolla determinados temas en departamentos estancos, ideas definidas y problemas precisos sobre los que un grupo de científicos empieza a trabajar. El arte, sin embargo, trabaja de manera global y generalmente en la soledad  y el artista puede no saber cual es la idea original cuando comienza a trabajar. El la coge y la trabaja a su manera, y esto se va desarrollando de una forma inconsciente, como un magma que se va consolidando,  mientras el científico trabaja con cosas más concretas y de forma consciente, constantemente intercambiando opiniones con su equipo o entorno,  siendo así un factor fundamental en la constitución del pensamiento causal y cumulativo que conforma nuestra civilización. El artista de una manera general no puede hacer esto, pues el no sabe lo que está manejando. Busca reflexionar y  transmitir otra forma de realidad, que se sitúa entre las informaciones que llegan desde las investigaciones científicas, tecnológicas y de otros campos,  y la intuición. Este cruce se  sintetiza en la práctica vital y se converge en el arte.

J.P.V.: Estoy de acuerdo contigo en esta visión sobre el artista. En cuanto a los científicos, la ciencia que llamamos básica trabaja con teorías o modelos generales y se podría comparar con la manera global que acabas de mencionar, aunque siempre hay una pregunta de partida y una búsqueda de la respuesta apoyándose en lo que se conoce hasta ahora. Tras un desarrollo teórico o experimental se refuta o valida la hipótesis de partida. Un científico es alguien que busca algo concreto. En francés chercheur es literalmente buscador. Pero también se dan situaciones similares a la que describes y el hombre de ciencia encuentra. Picasso decía que él no buscaba sino que encontraba- yo añadiría que encontraba mediante la práctica. Muchos avances del conocimiento científico fueron también encuentros o hallazgos. El clásico ejemplo es el descubrimiento de la penicilina. Sin embargo la práctica científica más común hoy en día, la que yo hago, y que algunos llaman ciencia aplicada, está más ligada a la tecnología y a resolver problemas muy concretos. De hecho, cuando planteamos un proyecto, en él incluimos los productos esperados, generalmente procesos o protocolos que se puedan desarrollar posteriormente en el ámbito industrial. Creo que se considera poco que el producto final va a ser el conocimiento. Como conocimiento me refiero a comprender los mecanismos inherentes a la vida, a la naturaleza, a la materia o al cosmos.

F.C.: …o a lo desconocido. Creo, discrepando un poco contigo, – o no- que también  a través de la tecnología desarrollada por el científico, este científico tiene una necesidad de llegar al conocimiento, o sea, la tecnología puede ser ella misma un acercamiento al conocimiento. Pero, en general, se acaba por intentar generar una situación de una teoría globalizadora que pueda abarcar la mayor cantidad de situaciones. Con esto, automáticamente se está acercando a los problemas del arte. Por otro lado, creo que también entre los científicos, aunque ni siempre esto sea una cuestión muy comentada, hay un uso bastante extendido de la intuición, por ejemplo, cuando se busca trillar un camino en contra del encaminamiento obvio o de la expectativa general, o mismo en la opción  entre lo que puede ser fundamental o superfluo. Creo que esta es una de las bases de la física cuántica, justamente este punto donde la ciencia empieza a hacerse un poco más flexible, donde el espectador es activo, donde la complementariedad la aproxima a las ideas orientales, a los problemas de la psique…  La física cuántica llega al punto de contemplar las probabilidades de las historias alternativas del universo…  También ahí hay una ligación muy fuerte a la ética. Leí en más de un libro que Einstein trabajaba mucho con la intuición.

J.P.V.: Creo que todos trabajamos con la intuición, aunque quizás no lo reconozcamos lo suficiente. Sabemos que el observador está ligado a lo observado y que modifica el sistema por el hecho de observarlo. También creo que al establecer nuestras hipótesis y razonamientos introducimos, de forma consciente o no, subjetividad o arbitrariedad que dependen de aspectos culturales o éticos. No creo en la imagen del científico como un ser aséptico. Nuestra experiencia vital condiciona nuestro trabajo. En cuanto a la relación entre conocimiento y tecnología,  estoy de acuerdo que la tecnología es muchas veces una etapa necesaria para llegar al conocimiento. Por ejemplo, las nuevas técnicas de biología molecular nos permiten conocer la biodiversidad, establecer relaciones filogenéticas y revisar las líneas de la evolución. Pero no hay que olvidar que esas técnicas se basan en conocimiento previo, como fue la descripción de la molécula de ADN y el sistema de transmisión de la información contenida en los genes. A donde quiero llegar es a que el terreno de intercambio está en el conocimiento, no en el ámbito de la tecnología. El problema es que pocos investigadores reflexionan sobre la integración de su actividad en un ámbito general y cuales son las grandes orientaciones y los  aun menos son los que unen a la actividad científica una reflexión sobre ellos mismos. Me refiero al cuestionamiento intelectual y a la dimensión especulativa. Supongo que consideran que eso entra dentro del campo de la filosofía.

F.C.: Cuanto a los artistas, creo que  estamos siempre intentando hacer una obra prima sin preocuparnos con otras situaciones. Esto supone un egocentrismo, estar mirando siempre al propio ombligo, y no genera nada más que su propia estética, estar hablando en todo momento de si mismo.   Pienso que lo importante sería una situación contraria, donde se buscase una conexión ecológica con el entorno. Con ecológico quiero me referir a un equilibrio y a una concienciación política, sexual, interracial, etc, que estaría concentrada en una definición ética. Y después dejar caer el velo de los prejuicios que impiden el intercambio entre los diferentes mundos del conocimiento, esto es, permitir que el imaginario y la intuición jueguen un papel más decisivo en nuestro mundo. En este sentido, la polaridad complementaria implícita en el conocimiento Zen, aceptada desde hace más de tres mil años en Oriente, empieza a filtrarse en nuestra sociedad a través de otros caminos, como por ejemplo en la física cuántica. Este nuevo conocimiento podría funcionar como un punto de inflexión en las relaciones con otras áreas del pensamiento. Esta idea  no deja de significar una trasgresión de nuestra lógica occidental, donde siempre buscamos conseguir un encadenamiento causal de los hechos.

J.P.V.: En la ciencia se han introducido la incertidumbre en las propias teorías científicas y eso posiblemente sea una de las causas de cierta inseguridad o desconfianza hacia la propia ciencia. Por otra parte, los científicos actualmente estamos muy especializados, bastante lejos de la figura del sabio, del científico como fuente del conocimiento y eso nos hace sentirnos inseguros. Tenemos que ampliar nuestra cultura científica y relacionarla directamente con otras formas de cultura. Algunos nos vamos interesando por la epistemología cuando ya llevamos algunos años de carrera científica.Faltan científicos generalistas o divulgadores y también un espíritu crítico hacia la propia ciencia. Nos enfrentamos a nuevas situaciones, por ejemplo las derivadas de la utilización de las biotecnologías, que permite manipular los organismos vivos cada vez mejor, sin que la comprensión sobre lo viviente avance al mismo ritmo. Sabemos hacer, pero no conocemos

F.C.: ¿Por qué crees que está lejos de la función de la ciencia la creación de nuevas vidas?

J.P.V.: Un organismo genéticamente modificado no es una nueva vida, sino una modificación de algo ya existente. No creo que sea una función de la ciencia crear vidas sino más bien será elucidar que es la vida, sus mecanismos, como funcionan los organismos vivos y cuales son las relaciones que se establecen entre ellos. En el caso de los organismos genéticamente modificados, el objetivo es incluir nuevas funciones en un organismo existente. Hay detrás de ello muchas lecturas al margen de la económica, que es la  primordial. Creo que subyace la idea del super-individuo.

F.C.: Un poco de esto se pasa con  el arte, que se ha transformado en una mercancía, como los genes son mercancías para generar productos a la carta. Yo creo que este mercado rápido también se ha introducido en el arte, que así deja de ser un criadero de ideas y está más relacionado a un mercantilismo y a una situación rápida e inmediatista, muy ligada a la moda. El importante en este momento es, note bien, la palabra romper, es lo que vende. ¿Pero romper que? ¿Hay algo que romper después de Malévich? Los famosos 15 minutos de Warhol son más importantes  que el arte en si mismo. Nos acostumbramos hace mucho a banalizar la palabra arte, a decir que todo tiene arte; pero es evidente que el arte solo existe en el delirio del más profundo drama. El resto no es arte, es ruido. Bauhaus y Ulm, donde se ha investigado con profundidad en la conexión tecnología y arte,  ya sabían lo que es ruído a  principios del siglo pasado.

J.P.: ¿No crees que pueda haber una alternativa a esta situación? Vemos que hay en estos momentos algunas iniciativas de acercamiento entre Arte y Ciencia, como pueden ser por ejemplo los diálogos llevados a cabo por el Proyecto Transdisciplinario de la Unesco o mismo la exposición Arte y Cosmos que, organizada en Canadá, fue vista también aquí en España. ¿Podremos volver a encontrarnos?

F.C.: Yo creo que esto está claro, la tendencia es esta. Pero si hablas de un lugar concreto de encuentro, de que en un determinado momento puede haber este encuentro entre arte y ciencia, no sé cual puede ser ese lugar de encuentro…

J.P.: Probablemente los bares. Ya ves que estamos aquí, bebiéndonos un buen vino con estos cacahuetes brasileños ….

F.C.: Que revientan como el big-bang. Son cacahuetes cósmicos, ínterespaciales.

J.P.. Lo que quiero decir es que habrá que encontrarse fuera de nuestro contexto habitual. La mayor parte de los trabajos científicos van dirigidos a ser leídos y criticados por otros científicos y el arte y el discurso sobre el arte se limita casi siempre a los propios artistas o a los críticos.

Y cuando hablo de encuentro no me refiero a artistas que se inspiran o utilizan los avances científicos como tema ni a los científicos que utilizan imágenes del arte. Me ha sorprendido muchas veces la lucidez de algunas obras de arte y la belleza de algunos mecanismos biológicos. Se dice que el arte ha fracasado para decir lo bello y la ciencia para decir la verdad. Quizás lo que nos trae aqui es eso, y la ciencia necesite al arte para acercarse a la verdad y el arte a la ciencia para alcanzar lo bello. Pero eso nos pone frente a la definición de lo bello y de lo verdadero. ¿Que es la verdad? ¿Quien de las dos la tiene? Sabemos que en ciencia las verdades son relativas. ¿Son en el arte absolutas?

Si te das cuenta, estamos hablando casi de religión. Si la ciencia se desarrolló frente al sistema de pensamiento religioso ahora nos vemos enfrentados a una situación en las que se le pide a la ciencia algo que probablemente no puede dar. La vuelta a lo metafísico no es la solución. ¿Aparecerán otras formas de conocimiento?

Tus Proyectos Idiotas los veo como una forma de conocimiento no transmisible. ¿Podemos llamar conocimiento a algo que no se puede transmitir? De los Proyectos Idiotas se han nutrido otras obras. ¿Ha sido una forma de materializar ese conocimiento para hacerlo transmisible?

F.C.. Sí, la colocación es perfecta. Los Proyectos Idiotas, que desarrollé a finales de los años sesenta,  son la búsqueda de la observación en sí misma, no consciente, desvinculada de otro propósito o idea. Eran proyectos muy radicales, formados por este instante de perplejidad que genera el detectar de la experiencia subjetiva con lo más profundo, individual e intransferible, y que muchas veces no llega a la formalización del consciente. Quiero decir con eso que, por ejemplo, el brillo de una gota de agua en la punta de una hoja desencadenaba un proceso que, ni bien era captado por el ojo, ya se transformaba en pasado. Pero aquel segundo era único como momento de percepción o de pertenencia al todo. Mirando hacia atrás, creo que tiene que ver con la meditación zen, y  quizá con la idea de Nietzsche de la contemplación desinteresada,  que para este filósofo  estaba vinculada  a la más mínima producción artística. Los llamé de Proyectos Idiotas primero por su sencillez, y luego un poco jugando con el étimo griego, que le da el carácter de individualidad, de algo intransferible, que no puede ser compartido. Tu observación sobre estos proyectos es bastante certera, ellos fueron el núcleo de toda mi obra posterior que quizá haya ocurrido realmente como una manera de materializar estos momentos.

J.PV.: Hablemos de la intuición. La intuición es la percepción  de que nos estamos acercando a algo. El haber tenido conocimiento de una situación o de un medio durante algún tiempo probablemente nos da un conocimiento a un nivel no consciente.

F.C.: Si, un conocimiento que no está codificado. La ciencia busca encontrar modelos matemáticos y mecanicistas para explicar la realidad. Trabaja con la lógica de las reducciones y leyes. Sin embargo, la intuición acaba por tener un papel activo en el desarrollo de los conceptos e ideas. ¿Cual sería la naturaleza del vínculo entre la percepción y los conceptos? El hecho es que, tanto en el campo científico como en el artístico, aparece la intuición, no siempre asumida, que hace posible la creatividad. En relación a esto, no solo como artista pero también como profesor en la facultad de Bellas Artes, vengo desde hace muchos años buscando investigar y  trabajar con determinadas formas  de energía y así intentar otras condiciones de creación. También intenté una inmersión en el I Ching, y mismo en el campo de la psicología, donde el trabajo con la sensibilidad es muy acentuado: en verdad estoy hablando de psicoanálisis e inconsciente. Por esto en la facultad, no solo traté de invitar a físicos y a filósofos para que participasen en el curso de escultura, quería que los alumnos tuvieran una idea de la física cuántica, del pensamiento oriental, incluso trabajamos con el I Ching como parte del proceso de aprendizaje, como una manera de huir de un camino preconcebido.  Aún en Brasil, mientras hacía una obra  con las nubes, descubrí el trabajo de Reich, que llamaba de orgonio a la energía que fluye en todo el universo. A  principios del siglo XX, el arte y la psicología estaban evidentemente bastante unidas: Rorschach concibió un test, posteriormente muy difundido y conocido con el nombre de su autor, donde se buscaba un diagnóstico psicológico a través de la interpretación de una serie de imágenes abstractas, concretamente unas manchas de pintura duplicadas como en un espejo, y que abrían justamente una vertiente de búsqueda de la realidad en un aparente sin sentido,  uniendo así ciencia y arte. Lo interesante es que este trabajo viene directamente de un juego infantil, muy popular en aquella época, inventado por el polémico sabio Justinus Kerner, llamado klecksografía, donde los jugadores buscaban nuevas formas a través de la plasmación de  manchas de pintura (kleck, en alemán). Con esto quiero decir que intento usar todo el conocimiento que me llega en el sentido de tratar de liberar mis condicionantes y con ello buscar nuevos espacios, buscar un universo cercano o parecido al comentado por Blake, que podía discernir el cosmos en un grano de arena o la eternidad en un segundo.

J.P.V.: Me pregunto si algunas limitaciones de las representaciones mentales de los científicos ¿no podrían ser rotas por los artistas? Lo infinitamente pequeño de las partículas atómicas, los espacios de múltiples dimensiones, los espacios curvos, los agujeros negros. También me refiero a la idea que ya hemos discutido en otras ocasiones del arte como forma de conocimiento de la complejidad.

F.C.: Monod, en sus estudios publicados a principios de los años setenta, tiene una visión  muy crítica cuando comenta que las sociedades modernas están construidas sobre la ciencia, y que así cualquier elección inconsciente que podamos hacer se basa en una práctica científica que lleva la evolución de la cultura por un camino de sentido único. Aceptamos las riquezas y los poderes que vienen de los descubrimientos científicos, formando un proceso de retroalimentación. Pero no entendemos el mensaje que subyace en todo este desarrollo, que es que la verdad conlleva la ética. La pérdida de los vínculos entre la razón y la emoción hace disminuir el grado de humanización de la sociedad. Pero creo que es una situación vanidosa decir que los artistas  podemos resolver esto, incluso respecto a nosotros mismos. Creo que en algunos momentos como el  Romanticismo; o mismo con Friedrich, Turner o  Piranesi, se ha al menos intentado. Por ejemplo, uno de lo puntos de inflexión es cuando Goethe hace que uno de sus personajes sufra un extrañamiento frente a la visión del infinito a través de un telescopio. La verdadera alteración de la consciencia ya está inculcada en nosotros, no es necesario tomar nada, el verdadero pánico ocurre al acercarnos  a nosotros mismos, o a la muerte que en realidad es la parte más oscura, quizás la más desconocida, ese momento que nos enfrentamos al eterno retorno. Yo no veo que haya problemas en definir la muerte, sino definir por que estamos vivos, que es estar vivos. Creo que hay un momento que deseas lo finito. El eterno retorno también es despertarse cada día. Cuando te referías que ha habido una separación entre ciencia y arte, la verdad es que incluso sus respectivas definiciones cambiaron a través de los tiempos. El arte era una representación de lo que había, hacer más fácil su comprensión o mantener su recuerdo. Lo que pasa es que el arte  se ha ido apartando de la representación y pasa a ser una entidad autónoma. El arte genera el arte, pero no necesariamente está referido a lo que convencionalmente llamamos realidad. Creo que con la ciencia pasa lo mismo,  en sus principios como alquimia quizá estuviera más próxima a otras sensibilidades.  En la actualidad la ciencia se va acercando más a lo que podíamos llamar ciencia ficción, y con este lirismo, creo que arte y ciencia volverán a juntarse. Teorías como la teoría de las supercuerdas parece que se aproximan bastante a la música o a la poesía, y se acercan a lo sublime. Empezamos a volar como personas – el cuerpo sigue atado, pero la mente quizá empiece a ayudarlo a volar, porque no podemos nos permitir perder la relación con el cuerpo.  Por otro lado, el  arte es la libertad en si misma. Cuando empecé a recoger viejos trozos de madera desgastada por el tiempo o hacer los círculos de pigmento azul en sitios alejados o desiertos,  más de una vez la policía – en aquellos tiempos estábamos bajo una dictadura en Brasil – me paró e investigó celosamente el material que transportaba, o mismo me acompañó una noche hasta mi taller. Les molestaba lo que no podían entender.  Hay cosas que el arte puede permitirse, pero no la ciencia. El otro día te comentaba sobre la fosforescencia, la bioluminescencia animal, un tema que como artista vengo investigando hace ya mucho tiempo. A finales de los sesenta, basándome en un insecto, hice una pequeña obra que se llamaba Vaga-lume, el nombre de la luciérnaga en portugués, luz errante. Eran pequeñas nueces de Brasil pasadas por pintura fosforescente y que funcionaban en un ambiente oscuro, con una lámpara intermitente. Desde entonces vengo trabajando con este material, como en la exposición Natürgeist, que se refería precisamente al espíritu de la naturaleza, a esta fuerza siempre presente y que no acabamos de entender. El agua es otro tema que me viene preocupando hace muchos años. Aprehender el movimiento de los líquidos, no representarlo. Ya he dedicado dos exposiciones exclusivamente a este tema.  Yo creo que ahí está bastante claro lo que separa la ciencia del arte: la fuerza de poder usar, libremente, metafóricamente, todo lo que está ahí, esté o no articulado por nuestro conocimiento.

J.P.V.: La libertad de prescindir de la representación… Podría esto ocurrir en la ciencia? Al margen de la observación directa la ciencia utiliza representaciones de la realidad donde se incluyen los elementos esenciales que definen esa realidad, por ejemplo el comportamiento de un sistema. El reducir la realidad a su representación, a un modelo que puede ser una ecuación matemática, nos permite estudiarla de forma más cómoda. En lugar de experimentar directamente con la realidad podemos trabajar sobre el modelo. En algunos casos además no hay alternativas pues no podemos manipular los sistemas. Pero el desarrollo de modelos teóricos requiere al final una validación que confirme su valor explicativo o predictivo de la realidad. Esta validación de la representación marca aun más la diferencia. En cuanto a tu idea que en las teorías científicas, como lo modelos atómicos, cada vez hay más poesía ¿no será que la ciencia encuentra cosas que la poesía o el arte, introduciendo la subjetividad o el conocimiento no racional ya habían intuido?

F.C.: Cada vez más veo como  los propios científicos, y tu mismo acabas de hacer en esta nuestra conversa,  comentan sobre la belleza de tal o cual ecuación. No es una idea mía….El mismo Einstein reconoce una verdad por su belleza o comenta sobre el juego con entidades físicas que muchas veces pueden ser reproducidas y combinadas… ahí están los fractales. Ahí la creatividad y el sentido estético están también al lado de la ciencia. Con Einstein me pasó una historia interesante. A principios de 2002, trabajando en una tesis donde justamente abordaba la idea del cosmos como instigador de la creatividad y las conexiones entre las diferentes formas de conocimiento, principalmente entre el arte y la física cuántica,  estuve hospedado en el hotel Glória en Río de Janeiro. Al llegar a mi habitación me llamó la atención una placa, en la que se comunicaba que Einstein había estado hospedado a principios del siglo pasado en la suite contigua ¡a la que yo ahora ocupaba! Yo estaba trabajando con sus ideas y ni sabía que él había estado en Brasil. Pues sí. Entré en contacto con la dirección del hotel, que me facilitó no sólo visitar como hacer una intervención y video en la habitación del físico. Para eso usé círculos de una gruesa tela  en sustitución al pigmento azul que comumente uso  y que en este caso, claro,  mancharía todo.  Sobre la mesa donde en 1925 él había escrito Comunicaciones sobre la situación actual de la teoría de la luz, se abría una ventana que entonces daba directamente al mar, no habiendo  este parque que fue posteriormente plantado sobre un aterramiento, donde también hice una intervención. Nada se explica por el azar… así, llamé esta obra Espacio / tiempo: lo que Einstein ha visto desde su ventana. Conclusión, el tiempo está ahí: presente, pasado y futuro, espacio, y solo tenemos que dejar que la situación aflore. Entonces llegamos a que la propia investigación científica lleva a caminos no imaginados. No te parece que el Hubble, por ejemplo, es un punto de inflexión, entre muchos otros ejemplos,  que supera el propio límite de la ciencia?   Hay un antes y un después, trece mil millones de años…

J.P.V.: El poner fecha al inicio,  convierte algo que era difuso en algo muy preciso y concreto.

F.C.: El Hubble es un espejo. Que es un espejo? Un espejo concentra tu imagen. Pero el Hubble es un proceso esquizofrénico.  Es una serie de espejos que reciben radiaciones  que llegan de años luz. Lo que quiero decir es que la realidad no está concentrada en un punto concéntrico o monoteísta… El Hubble tecnológicamente ha venido a decir que la realidad, la concreción del conocimiento,  tiene mil posibilidades, mil caras, y ahí llegamos a las religiones orientales, que tienen mil dioses… Llegamos a que la equivocación es nuestra,  occidental.  Está en concentrar todo en una única representación. Incluso dentro de este pensamiento el psicoanálisis  también está siendo cuestionado. También es monoteísta, pues parte de la idea de un ego. Lo que conocemos como sano es mentira. Cuando encontremos la locura absoluta encontraremos la realidad. Cuando encontremos la locura absoluta será la mayor cordura y en realidad por fin el encuentro con la felicidad. El arte viene intentando desde hace siglos enseñar esta idea, pero creo que quién va conseguir propiciar la percepción de este nuevo mundo es la ciencia.

J.P.V.: La cuestión es qué había por detrás. Cuando aceptamos el Big-Bang, un punto que explota y de ahí nace todo. ¿Qué había por detrás? es decir, ¿qué había antes?

F.C.: ¿Sabes lo que más me abruma? Defendían que antes del universo había una concentración, pero ahora dicen que hay dos historias. Cuando eres succionado por un agujero negro, ¿donde te metes?  Y estos llamados canales de termitas… Algunos científicos decís que podemos viajar por el tiempo a través de los agujeros de termitas…  Durante los años setenta, me volqué absolutamente en trabajar con pequeños insectos, en particular con las termitas. En los trópicos, y durante aquel tiempo yo vivía en Brasil, el ciclo de vida es imparable y las termitas, corroyendo el interior de las estructuras y dejando la apariencia de que se encuentran intactas, crean una sociedad subversiva paralela a la sociedad humana. Su  proceso de alimentación y procreación significa la construcción de su propio mundo, pero también su destrucción. Así, la fermentación, la erosión, lo que convencionalmente llamamos muerte, conlleva en si mismo el germen creador, el dios nacido directamente del vacío, del caos donde están todas las posibilidades. Exponer una madera comida por los insectos y luego abierta en tablas que desvelan un mundo subterráneo que previamente no había conocido la luz es hacer el gran viaje, exponer  los ámbitos del desconocido interno, la entropía y este desarrollar del tiempo que involucra una gama infinita de posibilidades. Cuando trabajaba con estas maderas, me metía en esos agujeros, y te digo que de una manera visceral, como si yo fuera el insecto. Así, creo que esta búsqueda de lo que había por detrás, como dices tu,  es en verdad no la gran pregunta, sino la gran respuesta: es lo que nos mueve, es lo que nos mantiene vivos…

J.P.V.: Lo pequeño y lo grande están relacionados, o son lo mismo. Pasearse por los termiteros u observar en un microscopio electrónico son también viajes en el espacio. En tu obra expuesta en ARCO, la forma que recuerda a una imagen vista desde un telescopio, veo un agujero, un pasadizo que envía a una idea de transición. También es una forma femenina.

F.C.: Freud localiza en esta forma la angustia, y Harold Bloom suma a la idea freudiana  su angustia de la influencia, la búsqueda del umbral de la creación.  En el Doctor Faustus, Thomas Mann habla de la capacidad del arte de empezar de nuevo, de descubrir y volver a crear a partir de la nada lo que ya ha sido logrado en siglos de cultura. Por otro lado, esta idea de que llega un momento en que  la percepción del macro y de lo micro se interrelacionan de tal manera que dejan de ser opuestos y pasan a ser exactamente iguales, siempre me ha fascinado. No solo con las termitas, como acabo de comentar. Por aquella misma época, principios de los setenta,  hice una serie de fotografías usando vegetales, con los más diferentes resultados. Sin embargo, las patatas aparecían siempre como asteroides flotando en el espacio.  Creo que ahí incluso está implicada la idea de un espacio-tiempo relativo, donde la complejidad no puede ser medida usando los sistemas tradicionales. Los orientales bien sabían de esto cuando dejaron esta expresión trasparecer a través del jardín Zen, que contiene la idea del infinito. Aquello que aparentemente contiene la idea de reposo y de contemplación, pero que es justo lo contrario.

J.P.V.: Veo la obra que hiciste en el Museu de Arte Moderna de São Paulo, Dimensión Posible,  dentro de esta idea del jardín Zen. Pero, a diferencia de estos, ella  también habla de una alternativa , un mundo paralelo o un paso para recomenzar un ciclo, como el eterno retorno de las religiones hindúes. Pero en ellas hay un cierto determinismo. Vishnu o Shiva sueñan un mundo que renace de ellos. ¿Es siempre el mismo? ¿Es un círculo?

F.C.: Es una búsqueda de la abertura a otros espacios y, muy probablemente, puede ser leída como una metáfora del eterno retorno. Creo que estamos siempre buscando el papel que juega el hombre en la creación, que no deja de ser también  la búsqueda del paraiso perdido, tal vez para que cuando lo encontremos lo podamos nuevamente destruir. En este sentido no hace falta ni referirnos al oriente para encontrar posturas complementarias. En la misma historia occidental están, y no hace mucho tiempo, las llamadas expediciones científicas. Es interesante notar como en ellas el arte y la ciencia caminaron lado a lado, contribuyendo a la formación cultural y al conocimiento sobre los nuevos territorios. La mítica del paraiso perdido encontró su cauce moderno en este momento, y fue el punto de inflexión que propició la aparición del Romanticismo.

J.P.V.: ¿Necesitamos ir otra vez juntos para explorar nuevos territorios? ¿Cuales son esos nuevos territorios? ¿Están definidos en el ámbito científico? ¿Lo están en el artístico? ¿Donde situamos al artista y al científico? Yo veo un artista como alguien que tiene una lucidez que le permite ver más allá. Cuanto al científico, ¿crees que tiene también una función mediática?

F.C.: El científico quizá sea una persona que descubra ciertas situaciones. Sin embargo yo lo veo muchas veces un poco como un autista, un poco como la personalidad del artista, obcecado por una idea de tal manera que olvida su entorno inmediato, puede ser invierno y él estar desnudo y no sentir frío. Creo que este es, para mí, el momento más gráfico donde científico y artista van juntos en la actualidad. Cuanto a la definición de los territorios, yo creo firmemente que no se pueden asumir las diferentes áreas de conocimiento como se fueran compartimientos estancos. La interrelación es la riqueza, y  todos buscamos el conocimiento más profundo. Aunque al final los intentos de encontrar la explicación primigenia,  la clave que exponga con lógica el significado de la vida, de la génesis del universo, demostran que todas las especulaciones y descubrimientos no nos han llevado a un entendimiento de la realidad ni han suavizado  la sospecha interior que llevamos, como comenta precisamente un científico, John D. Barrow,  de nuestra pequeñez e insignificancia frente a lo que no entendemos.

J.P.V.: De la misma forma que un artista puede establecer un diálogo con el espacio o la materia, un científico también puede establecer este diálogo. Con el espacio, con la materia, con la naturaleza o con un mecanismo biológico.  Creo que la división arte y ciencia a veces es una excusa, al fin y al cabo es una búsqueda de conocimiento por dos vías diferentes. Somos conscientes que hoy día la ciencia no da respuestas suficientes y quizás tampoco el arte. No me imagino una civilización que tenga solamente conocimiento artístico o solamente científico. La razón pura es una utopía de la propia razón.

F.C.: Hay otra situación que ocurre. Ahí están  artistas contemporáneos ligados al arte conceptual cuyos trabajos no son nada más que ideas, como ecuaciones físicas o químicas o matemáticas. Ahí el artista se estaría apropiando de un universo generado por los científicos, pues desde hace tiempo el arte no es la conclusión, es el proyecto. Y el sentido del proceso también está muy presente en muchas vertientes del arte contemporáneo. Se puede mismo hablar de una estética  procesual. En las intervenciones,  por ejemplo, los artistas pasamos a trabajar directamente en el ambiente y con el ambiente, ya no mimeticamente o como tema de inspiración, sino siendo la propia obra una parte integrante de su entorno. El proyecto y el proceso, cada vez más en el arte contemporáneo, son la obra de arte, son el propio arte.

J.P.V.: Un punto común con la práctica científica es plantear las preguntas adecuadas, hacer buenas preguntas. Los resultados pueden no ser lo más importante. Resolver un problema no implica necesariamente comprender la solución. Utilizando un símil en la naturaleza, la adaptación resuelve un problema sin que por ello signifique conocimiento del medio. Por eso creo que son más importantes las preguntas que las respuestas, que nunca son definitivas. De hecho sabemos que nuestras respuestas no serán necesariamente válidas dentro de unos años, aunque las preguntas puedan seguir vigentes. Otro punto común entre ciencia y arte es que en ambos casos hay que experimentar, ser más activos que contemplativos…

F.C.: Esto que acabas de decir me parece perfecto, lo que haces hoy mañana puede estar superado. El arte también se enfrenta a esta problemática. La inmediatez de concluir el proceso que genera una idea, tiene una caducidad inmediata. La ves inmediatamente, pero bajo un punto de vista sujeto al mismo momento de hacer, de construir. Como no tienes parámetros más allá que la propia subjetividad sobre lo que estás viendo, si no es lo que imaginabas, mejor apartarlo para que el tiempo permita que se concrete o no esa relación fundamental con aquello que no sabes si existe. A veces funciona. Desconfías. Sí, las respuestas nunca son definitivas.

J.P.V.: Hay siempre un cierto grado de fracaso, de no alcanzar lo absoluto. Es como el mito de Sísifo, condenado a llevar la piedra hasta la cima para que luego ruede y volver a empezar. Pero siendo dueños de nuestro destino. Decidiendo llevarla de todos modos, de forma consciente, y conociendo cada vez mejor la forma de llevarla. Estableciendo una relación íntima con nosotros mismos y con los que han llevado antes la misma carga. Reconocer ese fracaso nos debería dar una cierta humildad y llevarnos a un estado permanente de duda lúcida.

F.C.: La diferencia es que el artista cree que lo que está haciendo puede ser descubierto más adelante. Aquí no funciona la flecha del tiempo. Vives simultáneamente el pasado, el presente y el futuro y llega un momento en que no sabes donde estás. Somos personas que no estamos conectadas al tiempo linear.

J.P.V.: En la ciencia si. De hecho, casi toda nuestra producción científica va dirigida a otros científicos, que van aprovechar las pequeñas contribuciones que se haga para continuar en esta línea para avanzar. Las publicaciones serán el humus que una vez degradado servirá a que se desarrollen encima nuevos proyectos.

F.C.: Has hablado de avanzar, y yo creo que el arte no avanza, exactamente por la situación que acabo de comentar sobre el tiempo.

J.P.V.: No confundamos avanzar con progresar, que es un concepto más ligado a la tecnología y la economía. Podemos progresar mucho y avanzar poco en el conocimiento. En cuanto a si el arte avanza me gustaría que fueras tu el que contestara a esa pregunta. El arte puro o la ciencia pura no son aplicables al mundo real sino al mundo creado por los propios artistas o los científicos. Para acercarse al mundo real creo que se precisa introducir flexibilidad, imperfección o incertidumbre. Como hace la teoría de la relatividad al relacionar espacio y tiempo como algo continuo.

Desde siempre ha habido artistas que frente a lo consciente y lo racional reclaman lo no intelectivo o el instinto para alcanzar la verdad y la belleza. ¿Esta revolución  que se produjo en el arte se repetirá en la ciencia?

F.C.: Una sensación  me queda cada día más clara y vigente: tenemos que empezar a borrar y consecuentemente fermentar  las fronteras entre los diferentes campos de conocimiento. Digo fermentar en el sentido de que las fronteras son justamente los puntos de encuentro donde puede surgir una nueva opción. Por otro lado, al escindirnos  nuestro  entorno,  al separar los mundos del conocimiento y trabajo del de nuestra vivencia subjetiva,  perdimos la identificación emocional, lo que también conlleva  una pérdida de la carga simbólica  que propicia el desarrollo del inconsciente colectivo, de nuestros arquetipos,  y por ende de las formas de comunicación y de convivencia.   Perdiendo este  intercambio,   perdemos la consecuente energía emocional que viene de esta conexión. Tenemos que abrir los espacios de reflexión,  buscar las referencias mutuas que conlleven un contacto fecundante y un diálogo que abra  dimensiones más allá de lo cotidiano,  permitiendo que el conocimiento sobre nuestras experiencias se trasvase a otros campos y consecuentemente se amplíe, renovando así las vivencias que constituyen nuestra realidad.

José Pintado Valverde.

Doctor en Biología por la Universidad de Santiago de Compostela, profesor de la Universidad de Montpellier II, Francia. Científico titular del Instituto de Investigaciones Marinas, del CSIC/Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España. Comisario de la exposición Proyecto Neuston: explorando la interfaz que en 2008 ha reunido artistas y científicos y ha sido presentada presentada en el Museo do Mar, Vigo, bien como en Barcelona, ambas en España;  en Bruxelas, Bélgica; y en Fez, Marruecos.

Publicado en Fosfor·Essencia. AAVV. Contemporaneabrasil, Rio de Janeiro. 2011.