Ciclo, Reciclo, Laberinto
Para el artista que trabaja con la naturaleza y sus consecuencias, su área geográfica es todo el espacio recorrido o no por él. Buscar orientación en otras estructuras animales es el aprendizaje profundo del hombre. Asociarse a otros animales para aprender y poder mostrar el mundo real es una salida, una búsqueda que está fuera del proceso. El rumbo del arte también está en este cambio de informaciones, en este grupo de trabajo, en el análisis de un nuevo contenido como forma.
La permuta entre el meta-proceso del hombre y el proceso del animal. Colaborar y dejarse colaborar es la protesta, la denuncia mayor. El hombre es entonces capturado / suelto por esa naturaleza y ese hace su coleccionador.
Querer a la lluvia, al aprisionar que perdona el no hacer. A la lluvia y al contraste abrupto de la claridad hasta todo quedar casi blanco. Sentir el cuerpo temblar y tener miedo, perder el aire en medio del mundo. Recorrer estrechos caminos a través de la visión y después sentir que todo es tierra, países, regiones vistos desde arriba. Percibir exactamente que el universo es igual a la partícula y viceversa. Este coleccionador es un perezoso con viento en los ojos, que se busca a si mismo en el todo, con una in-tensión, algo que quiere resolver con el ojo, o que el ojo busca como el insecto que no consigue huir de la luz. Es exactamente en este instante del campo que nace algo sin límite o con ellos tan bien definidos que se sabe intocable. Se empieza a trabajar arqueológicamente sobre las variables que el material puede ofrecer. Se arquitecta lo que no tendrá función ni lógica, con todos los sueños y sabidurías y se formará una ciudad donde los habitantes serán variables de acuerdo con lo interno de cada astronauta. Se descubre en esta construcción que la ciudad se va quedando prisionera, cambiada, alterada, a veces casi sin vida. Distinta de lo que era cuando llevada por el río, por la marea, por la luna, por el viento, por la luz. La ciudad sentida se transforma en ciudad medida, por más que no se quiera interferir, pensar. Esta se queda petrificada, la otra varía con el tiempo en su sabiduría vida, donde el obrador también se hace obra y empieza a caminar por los diminutos caminos de la materia, como por los caminos de la tierra. Se vuelve pequeño el coleccionador y va caminar en busca del minotauro por los trayectos de los pequeños animales, con la certeza de que son laberintos creados por la necesidad de alimento.
Fernando Casás.
Publicado originalmente en el díptico editado por ocasión de su exposición individual Ciclo, Reciclo, Laberinto. Galería Anexa, Vigo; Círculo Mercantil, Santiago de Compostela; Institut Català de Cooperació Iberoamericana, Barcelona. 1979.