Arte

No solo el arte y la guerra han cambiado. El mundo se detiene. El sistema humano de convivencia y supervivencia que construimos no funciona. El arte, como siempre precursor de los acontecimientos, y más concretamente el arte visual contemporáneo, se nos presenta como si ya naciera clonado, detenido. Una constatación que sólo se consolidará en la distancia, dada por el tiempo necesario para que las piezas se acomoden en el mapa.

El arte contemporáneo, incómodo testigo de nuestro entorno cultural y social de prácticas cumulativas y consumistas, de perfil tecnológico y controlador, construye muchas y cambiantes definiciones, casi tantas como la cantidad de obras. Todos somos artistas y todo es arte, puede ser una primera lectura. Pero al buscar una definición más concreta del todo artístico podríamos decir que el arte es un fin en si mismo, un método de indagación transversal donde el concepto o el desarrollo pueden ser más importantes que sus posibles resultados formales; un lenguaje que huye de signos pre establecidos y que trabaja en la zona de fronteras no definidas. Ilegible desde el mundo inmediato y lógico,  es generalmente accesible a través de lo emocional.  Es el producto o proceso no funcional, no obediente a ninguna pauta o limitación.

Es ese un momento de transición, fruto de la incertidumbre nacida de la perplejidad frente al post determinismo científico, cultural, económico; en fin, de la parálisis de los hasta ahora modelos de civilización y organización social con los que convivimos. Pero el arte como antena de la civilización nos viene anticipando que ya nada funciona como ayer. Todo lo que se ve no se ve, no se introyecta, pues la realidad ha perdido su identidad y nos damos cuenta de que esa realidad nunca ha existido. El humano esquizo y sus nuevos rasgos se incorporaron a la cotidianeidad de tal manera que el ciudadano que estructuraba el sistema anterior es minoría.

La experiencia de cada uno ayuda a conformar un campo tan particular que la vida y su forma de llevarla se han transformado, si uno así lo desea, en una obra de arte, lo que ni siempre es sinónimo de algo que se pueda llevar en consideración. Respecto a mi trabajo, diría que me acerco a lo primario, a lo que no tiene identidad, aunque conforma el planeta. Así, mi propuesta personal es la de captar el momento de transición a través de las materias físicas, estructurales o mentales, o simplemente el momento per se, aquel que no puede ser captado sino con la mirada, que antes de llegar al consciente ya se ha modificado. Simplemente observar, investigar y evidenciar. Los insectos, los rastros dejados por la intemperie en los materiales, las marcas de vida en las casas abandonadas, esto es, la energía que subyace a todo lo que existe, el natürgeist o espíritu de la naturaleza. Buscar la memoria primigenia, ancestral,  como fuente íntima de conocimiento. Subjetividad. Cuestionando, sospechando sobre la identidad de lo que se piensa, pues todo está contaminado, conducido, preparado para ser deglutido sobre un plato vanidosamente adornado. El fantasma, el conocimiento que no fue detectado, puede presentarse como doble de algo que se trasmuta a través de otro espejo. Urge que hablemos con el inconsciente.

Fernando Casás.

Publicado en Arte: diccionario ilustrado. AAVV. Universidad de Vigo, Vigo. 2012.